Un contertulio, de esos que saben de todo, comentaba en una cadena de radio que no había lugar más democrático que la playa, pues todos estábamos en bañador y no había diferencia o preferencias para unos y otros. En paralelo, estamos asistiendo a un fenómeno en el cual se está democratizando el mercado. Luego viene el siguiente paso, algo que ya está empezando a oírse: la democratización de la empresa.
Ambas ideas me han hecho reflexionar, y he aprovechado este verano para observar lo que pasa en la playa. La verdad es que me he quedado horrorizado. Si la tomáramos como referencia para crear ese entorno supuestamente democrático en la empresa, crearíamos un engendro de ineficientes.
Lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de gente que anda caminando por la orilla sin un rumbo fijo, y probablemente sin ningún objetivo. Pero peor creo que es lo de los que van corriendo, pues la mayoría de ellos se ve que no están acostumbrados y lo único que puede pasarles es que les dé un infarto en vez de alcanzar su supuesto objetivo de ponerse en forma. La empresa no puede mantenerse si no existen objetivos claros y el trabajo lo hacen aficionados.
Otra escena que me ha provocado la risa es la de la cantidad de padres que se dedican a hacer agujeros en la arena, creando una pequeña montañita con la que sacan del hoyo, mientras los niños pasan absolutamente de ellos. Y al día siguiente lo mismo, y así se pasan las vacaciones. Realizar trabajos que no aportan valor y al día siguiente repetirlos es la mejor forma de destruir una empresa.
Cuando entro en la playa veo que hay un cartel que avisa de las normas de convivencia, como que los lugares para jugar a la pelota deben ser los más alejados del mar, que no pueden entrar perros, etc.
Evidentemente, hay personas con aspectos impertinentes o agresivos que se saltan las reglas y pasean con sus perros incordiando a los demás sin ningún pudor y lo de jugar a la pelota atrás, nada, todos a la primera línea de playa, por supuesto cuando llegas siempre están los listos que aparcan en prohibido o en los lugares reservados a minusválidos, para no tener que arrastrar sobre sus espaldas más de la cuenta la ingente cantidad de bultos que llevan, sillas, sombrillas, neveras, la barquita del niño, flotadores para dar y tomar, etc. Siempre me pregunto por qué el Ayuntamiento no da instrucciones a la Policía Municipal para que se de un paseo todas las mañanas y obligue a cumplir las normas sancionando a los infractores. Sin duda de ningún tipo, sería una fuente de ingresos estupenda.
A veces pienso que si no lo hacen no será por torpeza, sino por miedo a que si obligan a cumplir las normas, la gente no va a ir. Yo creo que esa permisividad solo invita al turista barato, incomodando al turista de nivel que es el que deja de ir. En una empresa no puedes establecer normas que luego no se respeten, pues los que las respetan, normalmente los mejores profesionales, acabarán aburriéndose y marchándose a otras empresas de más calidad.
El número de montar la sombrilla es otra cosa, la descarga de toda la impedimenta y el establecimiento del campamento, en muchos casos rompe las mínimas normas de respeto en lo que a la distancia de confort de los que ya están se refiere. En una empresa no puedes permitir que unos entren en el terreno de otros pues al final sólo se genera malestar.
Durante ciertos periodos te encuentras alguna barquita o catamarán aparcado en la arena de la playa y cuando salen a navegar lo hacen pasando por la zona de baño, algo absolutamente prohibido y que puede llegar a generar peligro para la integridad de los bañistas. Si en la empresa permites que alguno lo convierta en su rancho y se aproveche de ello, el final será grave.
Cuando he visto este cuadro, la verdad es que me ha dado la risa, una risa de pena, porque todo se repite día a día y año tras año. La democratización del mercado ya fue un problema para las empresas en general, no así para las empresas excelentes ni para los consumidores, pues el hecho de que los sistemas de inteligencia den respuestas a partir de la actuación de los clientes hace que las empresas pierdan el control del mercado con sus implicaciones.
Si llegamos a la democratización de la empresa, nos encontraremos con que no sólo perderemos el control del mercado sino también el control de los recursos empresariales, y si malo es lo primero, lo segundo acabará con la empresa en tiempos récord.
Las empresas deben tener objetivos claros, unas normas que definan la forma de actuación y consecuentemente creen un entorno de eficiencia y respeto; una cultura de excelencia donde todo lo que se haga tenga su sentido y aporte valor; y los que gobiernan las empresas no deben tener ningún miedo a hacer que las cosas pasen como tienen que pasar.
Estas deben ser las reglas de la empresa democrática, y quien no se lo crea, que analice las startups de éxito sobre las que supuestamente se ha establecido este modelo.