Archivo por meses: febrero 2015

La economía colaborativa

Economía colaborativa

El trueque y el intercambio de bienes son práctica tan antigua como el origen del comercio. Las relaciones solían ser relativamente espontáneas, se buscaba la satisfacción mutua y la regulación se establecía de forma natural en lo que son las relaciones entre clientes y proveedores. Pero allí llegaron los que ejercían el poder, y empezaron a ver la forma de sacar partido de esos intercambios. Así empezó el largo camino de la regulación.

Y según las autoridades regulaban, los proveedores también, y así llegamos a la actualidad. Donde el comercio tradicional, en adición a las normas establecidas por los reguladores, establece sus propias normas, contemplando sus necesidades internas en vez de contemplar y considerar los deseos y necesidades de los clientes. De ahí que cuando hablan de fidelización, el impacto en el mercado es ridículo. ¿Cómo van a fidelizar a alguien si le someten a todo tipo de restricciones, en cuanto a horarios, precios, condiciones, etc.?

Ante la ausencia de resultados en sus estrategias de fidelización, aparecen las mentes brillantes de ciertos directivos. Y empiezan a crear rehenes a base de contratos leoninos, con tiempos de permanencia. Tiempo que las empresas aprovechan para someter a todo tipo de maltratos y desprecios a sus clientes, en vez de aprovechar para aproximarse a ellos, mimarles  y convencerles de que son la elección perfecta y por ello deben seguir y repetir.

Ante el desencanto de los clientes mezclado con una caída en la renta de las personas (por amortización de puestos de trabajo y por la reducción de salarios y tarifas), las personas estaban en el momento oportuno para completar su renta o generarla de forma diferente, aprovechando las oportunidades que pudieran encontrarse. Acrecentadas éstas o estimuladas por la búsqueda del chollo típico de la sociedad del bajo coste.

En este contexto aparece de forma natural la economía colaborativa, donde unas personas ponen a disposición de otras lo que les sobra o tienen infrautilizado, ya sea tiempo, coche, un apartamento o una casa, dinero, conocimiento, etc… Y todo ello apoyándose en las mismas tecnologías que les han dejado sin trabajo o han reducido de forma dramática su renta.

Aparecen así empresas que en países como España proliferan y pretenden dar una imagen “tradicional”, o defenderse de los ataques del negocio tradicional asociándose en Sharing España: Airbnb, AlterKeys, Avancar, Blablacar, Bluemove, Cabify, ChicFy, Comunitae, Eatwith, Etece, Eurasmus, Gigoing, MangoPay, MyFixpert, Only Apartments, PopPlaces, Rentalia, Respiro, Sharing Academy, Sherpandipity, Social Car, Suop, TicketBis, Traity, Trip4Real y WeSmartPark. Entre ellas no se encuentra, al menos por el momento, Uber.

El problema es que ahora las autoridades se encuentran en la encrucijada, entre un modelo de negocio tradicional, todo regulado, que paga sus impuestos, pero que los clientes cada vez repudian más; y otro negocio, no regulado y más flexible, del que consiguen muchos menos ingresos e incluso ninguno -pues algunas se encuentran en la economía sumergida-, que cuenta con la total aceptación de los clientes y del mercado.

Ya se han producido batallas entre el modelo de negocio tradicional y el modelo de economía colaborativa, como ha sido la batalla del taxi contra Uber en España, con un primer asalto a favor del taxi tradicional. La pregunta es si alguien cree que se pueden poner puertas al campo. La guerra la ganará la economía colaborativa, y definitivamente será el mercado el que decida, no una norma determinada establecida por la autoridad competente o por la empresa tradicional. Lo que deben plantearse las autoridades es cómo conseguir recaudar los impuestos que les permitan seguir manteniendo su status.

Tratado de Libre Comercio entre la UE y EEUU

UE EUU Libre Comercio

Entre el 2 y el 8 de febrero ha tenido lugar en Bruselas la octava ronda de negociación entre la Unión Europea y Estados Unidos sobre la posible creación de la zona de libre comercio más grande del mundo.

Durante los últimos meses se está negociando, más allá de la reducción arancelaria -que en la actualidad ya es bastante reducida, pues está en el 4% aproximadamente-, las posibles reducciones de  costes no arancelarios, que reduzcan en definitiva los costes globales y confieran una mayor flexibilidad, eliminando algunas de la barreras administrativas y burocráticas existentes en la actualidad. Las estimaciones apuntan a un 0,5% de crecimiento del PIB en la eurozona si al final se llega al acuerdo.

Si bien todo suena bien a priori, no podemos olvidarnos de que la experiencia nos ha demostrado que cuando se crean zonas de libre comercio sin más, sin criterios de convergencia económica, los países más flexibles se han visto ampliamente beneficiados en detrimento de los países más rígidos. Dentro del contexto de la WTO, con la globalización de la economía, los países emergentes tuvieron su momento estelar de crecimiento. En cambio, en los países más desarrollados, muy lejos de los titulares que los políticos proveían sobre la conquista de nuevos mercados, la situación resultó ser completamente la contraria.

Los EEUU han aprendido la lección, y ahora se están aproximando a la UE porque, siendo su economía mucho más flexible que la nuestra, están convencidos de que tendrán mucha más facilidad para hacerse con el mercado europeo que los países de la UE para hacerse con el mercado norteamericano.

Si realmente se llega a firmar el acuerdo, podemos encontrarnos con una presencia masiva de empresas norteamericanas en el mercado europeo. Sin embargo, no parece muy fácil que las empresas europeas adquieran una presencia equivalente en los EEUU. Porque más allá de los aranceles y costes relacionados con el comercio internacional, hay otros factores a contemplar. Como es el caso de la capacidad comercial de las empresas, donde las norteamericanas evidentemente están un paso por delante de las europeas, lo que podría traducirse en un nivel extra de competencia para éstas últimas en sus mercados domésticos, sin la facilidad ni la contrapartida correspondiente.

Hay varias razones fundamentales para ello. El reducido tamaño de las empresas es una, la falta de flexibilidad es otra, la falta de vocación una tercera… Y así sucesivamente, pasando por las técnicas de Marketing y la utilización de las Tecnologías en su aproximación a los mercados.

En este nuevo panorama, el futuro de la empresa europea podría verse comprometido, pues se está invitando y abriendo la puerta  al competidor por excelencia. Como consecuencia, en el corto plazo la situación será negativa para las compañías de nuestro continente. Lo que es de esperar es que reaccionen y, en el medio plazo, las que sobrevivan  alcancen el mismo nivel de flexibilidad y sean capaces de competir de igual a igual, lo que impactará en las condiciones de empleo, igualando por el escenario más flexible.